Los últimos dos años han representado un periodo de grandes retos y dificultades para los diversos actores de la industria logística y, especialmente para aquellos que desarrollan operaciones de comercio exterior; principalmente debido a que su brazo ejecutor por excelencia: el transporte marítimo, ha experimentado una combinación de eventos disruptores a raíz de la crisis sanitaria, tales como la redefinición de los flujos comerciales, las restricciones que afectaron la oferta de transporte, la escasez de contenedores y la congestión en los principales puertos a nivel mundial, factores que derivaron en alzas de tarifas de hasta un 1000% y extra costos navieros a niveles récord, un panorama que según diversos expertos y organismos internacionales no cambiará e incluso podría extenderse durante los próximos 24 meses.
Es sabido que las operaciones de comercio exterior y de abastecimiento interno en el país seguirán afectadas por el contexto internacional, aún sometido a los vaivenes de la pandemia. En esta línea, factores como la escasez de contenedores y la constante alza de los fletes navieros, se proyectan como permanentes en los meses venideros, de hecho, según los expertos las tarifas del transporte marítimo de contenedores no se normalizará en el mediano plazo, afectando a importadores y exportadores, y -por cierto- a los consumidores finales.