La industria alimentaria se enfrenta, como muchas otras, a uno de las mayores retos en los tiempos recientes no sólo debido a los efectos de la pandemia de COVID-19 y a la reciente crisis bélica protagonizada por Rusia y Ucrania, sino también a la crisis económica y climática, que no declinan; todos factores que además de afectar a las cadenas de suministros, han causado un cambio radical tanto en los hábitos alimentarios y de consumo, como en la forma en qué los productos llegan a los consumidores.
Contar con una logística sostenible solía considerarse como una ventaja competitiva para las empresas. Sin embargo, hoy es una exigencia por parte de los clientes, debido –en parte- a las grandes transformaciones que vive el planeta. Entre un inminente cambio climático y las obvias consecuencias del Covid-19, los mercados modernos se han encargado de asumir los efectos de su operación a nivel medioambiental y social. Pero aún falta.
