Cuando lo barato se convierte en un riesgo estratégico no hay número que avale mantener una relación comercial que pone en jaque la esencia de toda compañía: responder a sus clientes. Esta idea es fundamental, pues deja en evidencia la importancia que tienen los proveedores en el éxito de una compañía, cobrando valor esa tradicional y masiva frase: “socio estratégico”.
La elección de proveedores siempre ha sido un terreno complejo para las empresas. Sin embargo, en un escenario logístico marcado por la incertidumbre, la presión de costos y la necesidad de responder con precisión al cliente, esta decisión se ha vuelto aún más crítica. La tentación de optar por el proveedor con la oferta más económica está presente en prácticamente todas las industrias, especialmente en áreas donde la logística representa un porcentaje significativo del costo operativo.
A primera vista, privilegiar el precio parece sensato: menos gasto en transporte, almacenaje o servicios de distribución equivale a un alivio inmediato en los balances. Pero lo que muchas veces se pasa por alto es que la logística no es una operación aislada, sino un eslabón central de la cadena de valor. Cuando ese eslabón falla, los costos de la “economía inicial” se multiplican: quiebres de stock, retrasos en la entrega, incumplimiento de normativas, accidentes laborales, multas contractuales, pérdida de clientes y daño reputacional.
“Es comprensible que, ante la presión económica, el primer instinto sea buscar el costo más bajo. Pero reducir la logística a una simple línea de gasto que hay que cortar, sin mirar el impacto integral, es un grave error estratégico”, afirma Ubaldo Uscanga, director de logística. “Un proveedor barato a menudo esconde costos indirectos enormes: riesgos de incumplimiento normativo, fallas en la integridad del producto, entregas tardías que erosionan la confianza del cliente. Es una falsa economía que te quita el sueño”, agrega.
Cada incumplimiento, por pequeño que parezca, genera un efecto dominó que puede escalar rápidamente. En sectores regulados como la industria farmacéutica, la alimentación o los productos peligrosos, un error en la temperatura, un transporte inadecuado o un retraso logístico puede traducirse en pérdidas millonarias y en cuestionamientos legales. En el retail y el e-Commerce, donde la promesa de entrega es la vara con la que se mide la experiencia del cliente, un proveedor barato, pero poco confiable, puede arruinar campañas comerciales completas y abrir espacio a la competencia.
“Los efectos son como un dominó cayendo, y son mucho más profundos que una simple multa o una entrega fallida”, agrega el ejecutivo. “El incumplimiento se traduce en sobrecostos: inventario de seguridad extra, fletes premium de última hora, costos de reposición, y lo más grave, la pérdida de ventas. Y en sectores como farma o salud, si un 3PL no maneja correctamente la cadena de frío, la integridad del producto se pierde por completo”, afirma Ubaldo.
En otras palabras, la decisión de “ahorrar” en un proveedor sin considerar su historial de cumplimiento, sus certificaciones, su capacidad tecnológica y su resiliencia operacional, se transforma en un riesgo estratégico que puede comprometer mucho más que los estados financieros: puede afectar la continuidad del negocio.
“Es una verdad universal que he comprobado en múltiples roles y países: lo barato es una ilusión en el corto plazo. Es como tratar de llenar una cubeta con agua si el fondo tiene grietas. Ahorras unos pesos en el flete más barato, pero pierdes el triple al no poder contener el costo total del servicio”, apunta Uscanga.
Claro debe que quedar que el costo de un incumplimiento siempre será mayor al ahorro inicial. Muchas compañías se concentran en el precio, pero no dimensionan el valor de la confiabilidad. Cuando un cliente pierde la confianza, no hay descuento que lo recupere.
EL VERDADERO COSTO DEL INCUMPLIMIENTO
El problema central es que los costos de un proveedor barato rara vez se limitan a su tarifa. El precio es solo la primera capa de una ecuación mucho más compleja. Detrás del incumplimiento aparecen costos ocultos que suelen superar con creces la diferencia entre elegir a un socio confiable y uno “económico”.
Entre los más relevantes se encuentran:
Costos operacionales adicionales. Cuando un proveedor incumple, la empresa debe activar planes de contingencia: contratar transporte de urgencia, pagar horas extra, reorganizar turnos o incluso subcontratar servicios adicionales. Todo esto eleva el gasto original.
Costos contractuales y legales. En sectores regulados, los incumplimientos pueden acarrear multas, sanciones o demandas. Incluso en industrias no reguladas, un contrato roto implica compensaciones, penalidades y la necesidad de rehacer negociaciones.
Costos reputacionales. En la era de las redes sociales y la transparencia radical, un retraso o una falla de servicio se traduce en daño directo a la imagen de la empresa. Los consumidores ya no solo exigen productos; exigen puntualidad, trazabilidad y compromiso.
Costos de oportunidad. Tal vez el más invisible, pero también el más crítico: cada vez que un proveedor falla, la empresa pierde la oportunidad de fidelizar a un cliente, de ejecutar una campaña sin fricciones o de aprovechar al máximo un peak de demanda. El efecto se magnifica en entornos de alta competencia. Una empresa que pierde una venta por incumplimiento no solo deja de percibir ingresos: le abre la puerta a la competencia para ocupar su espacio.
En mi experiencia, el indicador clave siempre es el nivel de servicio”, sostiene Uscanga, quien añade que: “cuando un cliente pierde la confianza, no hay descuento que lo recupere”.
Cabe enfatizar, por tanto, que muchas veces lo que encarece realmente la operación no es el proveedor en sí, sino el tiempo perdido en recuperar el control cuando falla. Ese desorden genera ineficiencia interna, quiebres de inventario y decisiones apresuradas que golpean toda la cadena.
Aquí surge un concepto clave: la confiabilidad como inversión. Un proveedor que cumple no es simplemente un costo mayor; es un seguro de continuidad, una garantía de que la estrategia comercial no se verá interrumpida. En un mercado donde los consumidores no perdonan el incumplimiento, esa confiabilidad es un activo intangible que asegura crecimiento a largo plazo.
HACIA UNA CULTURA DE EVALUACIÓN INTEGRAL DE PROVEEDORES
Si el precio no debe ser el único criterio, ¿qué deben considerar las empresas al momento de seleccionar un proveedor logístico? La respuesta está en ampliar la mirada hacia una evaluación integral que incluya, al menos, cuatro dimensiones críticas:
Cumplimiento histórico. La trayectoria de un proveedor dice más que su tarifa. Analizar indicadores de puntualidad, siniestralidad, capacidad de respuesta y satisfacción de clientes anteriores es clave para anticipar su desempeño futuro.
Capacidad tecnológica. En un mundo gobernado por la trazabilidad y la visibilidad de punta a punta, un proveedor sin sistemas digitales, telemetría o herramientas de monitoreo en tiempo real representa un riesgo latente.
Certificaciones y normativas. Especialmente en industrias reguladas, los estándares de calidad, seguridad y sostenibilidad son más que requisitos formales: son garantías de que la operación no se transformará en un pasivo legal.
Escalabilidad y resiliencia. Los buenos proveedores son capaces de adaptarse a picos de demanda, a contingencias externas o a cambios en la estrategia comercial del cliente. La capacidad de reacción marca la diferencia en momentos críticos.
“Un buen proveedor es un socio estratégico y un agente de valor, no un simple ejecutor de tareas”, resume el director de logística. “Debe tener visión End-to-End y capacidad de innovación, garantizar cumplimiento e integridad con transparencia en datos, e invertir en el desarrollo de su gente. La excelencia operativa se logra con personas, y solo los proveedores con esa cultura colaborativa pueden estar a la altura”, agrega Ubaldo.
El desafío, entonces, es cultural. Significa dejar de pensar en el proveedor como un gasto que debe minimizarse y empezar a verlo como un real socio estratégico que resguarda la continuidad del negocio y darle finalmente un peso a esa frase tan usada y publicitada que en muchas empresas queda en el airé y no pasa de ser un eslogan. Este es un cambio de enfoque que requiere involucrar a toda la organización, desde las áreas de compras hasta la alta dirección, pasando por logística, operaciones y finanzas.
Cuando una compañía entiende que la logística no es un costo, sino un habilitador de su propuesta de valor, cambia su manera de elegir proveedores. No se busca al más barato, sino al que garantiza cumplir con el cliente en cualquier escenario.
La conclusión es clara: en logística, lo barato casi nunca es realmente barato. Apostar por un proveedor que ofrece la tarifa más baja, pero que no garantiza cumplimiento, es exponer a la empresa a una cadena de costos ocultos que pueden ser devastadores. La inversión inteligente no está en pagar menos, sino en elegir bien.
PROVEEDORES LOGÍSTICOS EN CHILE
Las empresas chilenas ya no buscan solo transporte o almacenaje: esperan visibilidad total, trazabilidad en tiempo real, cumplimiento normativo y sostenibilidad, además de flexibilidad e innovación tecnológica. Estos atributos se han convertido en los principales criterios para elegir un proveedor logístico.
Según el Barómetro de Logística de Comercio Exterior 2024 del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones (MTT), el nivel promedio de cumplimiento -entregas “a tiempo y en forma”- alcanza el 83%, mientras que el 96% de las empresas exportadoras e importadoras percibe una capacidad media o alta del mercado para satisfacer la demanda. Por su parte, el 99% de los operadores logísticos asegura haber respondido con éxito a las necesidades de sus clientes.
En materia tecnológica, el Barómetro Logístico del MTT 2023 revela que el 63% de las empresas del sector cuenta con sistemas de trazabilidad de cargas, aunque solo el 43% posee plataformas integradas con otros actores de la cadena, lo que refleja desafíos en interoperabilidad y cultura digital.
Desde la perspectiva ambiental, el Barómetro Logístico de ALOG Chile 2023 muestra avances: el 39 % de las empresas logísticas mide su huella de carbono y el 13 % cuenta con certificación ambiental vigente.
Pese a estos progresos, el desafío sigue siendo claro: mejorar la trazabilidad total, acelerar la interoperabilidad tecnológica y fortalecer la profesionalización del talento logístico, pilares clave para que los operadores se consoliden como socios estratégicos en un entorno cada vez más exigente.