Después de la segunda Guerra Mundial, Japón era un país destruido, con una industria tremendamente golpeada, pero a mediados de los años 50 e inicio de los 60, empresas como Toyota y Nissan comenzaron a introducir nuevas prácticas de producción como la mejora continua, la producción Just In Time y el uso del sistema de tarjetas Kanban para el control del proceso de producción. Estos nuevos estándares de productividad se fueron trasladando, primero a otras empresas automotrices y posteriormente a toda la industria manufacturera del país, transformando a Japón en la potencia industrial y económica que todos conocemos.